El mundo de Guermantes by Marcel Proust

El mundo de Guermantes by Marcel Proust

autor:Marcel Proust [Proust, Marcel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1922-04-23T05:00:00+00:00


SEGUNDA PARTE

* * *

CAPÍTULO I

Enfermedad de mi abuela. Enfermedad de Bergotte. El duque y el médico. Ocaso de mi abuela. Su muerte.

Volvimos a cruzar la avenida Gabriel, en medio de la multitud de paseantes. Dejé a mi abuela sentada en un banco y fui a buscar un coche de punto. Ella, en cuyo corazón me situaba yo siempre para juzgar a las personas más insignificantes, estaba ahora cerrada para mí, se había vuelto una parte del mundo exterior y —más que a simples transeúntes— me veía obligado a callarle lo que pensaba de su estado, a callarle mi inquietud. No habría podido hablarle al respecto con mayor confianza que a una extraña. Acababa de devolverme los pensamientos, las penas, que desde mi infancia le había confiado para siempre. No había muerto aún y yo ya estaba solo e incluso aquellas alusiones que había hecho a los Guermantes, a Molière, a nuestras conversaciones sobre el grupito, cobraban un cariz sin apoyo, sin causa, fantástico, porque salían de la nada de esa misma persona que tal vez mañana habría dejado de existir, para la cual habrían dejado de tener sentido alguno, de esa nada —incapaz de concebirlas— que mi abuela iba a ser pronto.

«Mire usted, no le digo que no, pero no ha pedido usted cita, no tiene número. Por lo demás, no es mi día de consulta. Debe usted recurrir a su médico. Yo no puedo substituirlo, a menos que me lo pida él. Es una cuestión de deontología…».

En el momento en que hacía yo seña a un coche de punto, me había encontrado al famoso profesor E***, casi amigo de mi padre y de mi abuelo, en todo caso relacionado con ellos, que vivía en la avenida Gabriel y, movido por una inspiración súbita, lo había detenido en el momento en que regresaba a su casa, pensando que tal vez pudiera darme un consejo excelente para mi abuela, pero tras haber recogido, apresurado, su correspondencia, quería despedirme y sólo pude hablar subiendo con él en el ascensor, cuyos botones me pidió que le dejara pulsar, era una manía en él.

«Pero, mire, no le pido que reciba a mi abuela, lo comprenderá después de lo que voy a decirle, no está en condiciones precisamente; le pido, al contrario, que pase de aquí a media hora por nuestra casa, a la que habrá vuelto».

«¿Pasar por su casa? Pues, mire, ni pensarlo. Ceno en casa del ministro de Comercio y antes tengo que hacer una visita, voy a vestirme en seguida y, para colmo de males, uno de mis fracs tiene un desgarrón y el otro no tiene ojal para pasarle las condecoraciones. Le ruego que me haga el favor de no tocar los botones del ascensor, no sabe usted manipularlo, hay que ser prudente en todo. Ese ojal va a hacerme perder más tiempo. En fin, por amistad para con los suyos, si su abuela viene en seguida, la recibiré, pero le advierto que sólo dispondré de un cuarto de hora para concederle».



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.